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La química de lo eterno

16 enero, 2015

Hoy os dejo con un relato desgarrador en el que se encuentran el amor, la ambición y la traición… Cuando el deseo y la ambición superan a la razón somos capaces de cualquier cosa, obviamos lo coherente, lo razonable. Nos dejamos guiar por el más puro instinto y no valoramos las consecuencias. ¿Hasta dónde serías capaz de llegar para conseguir absolutamente todo?

 

Por fin íbamos a lanzar el fármaco al mercado. Llevábamos más de 5 años trabajando para lograr la fórmula perfecta… El elixir que iba a ser toda una revolución, teníamos en nuestras manos la juventud eterna…

Está claro que la juventud eterna es sinónimo de inmortalidad, y eso es imposible, pero sí que habíamos llegado a un punto en el que podíamos detener durante bastante tiempo el envejecimiento celular, retrasando de alguna manera el deterioro físico. Ahora sería posible cumplir los 60 sin arrugas, sin manchas de la edad, sin celulitis, sin marcas en nuestro cuerpo. Sin embargo, no todo era positivo, esta fórmula, que muchas veces nos denegaron y tuvimos que modificar una y otra vez, también tenía inconvenientes…

Una vez iniciado el tratamiento nuestras células empiezan a reproducirse a una rapidez que correspondería a la velocidad de reproducción que tenemos en la infancia y, eso significa que si tenemos una enfermedad, ésta también se reproduciría a una velocidad pasmosa llevándonos a la muerte en el peor de los casos. Eso sí, esta parte debía permanecer oculta bajo el más puro secreto… tanto, que nos hicieron firmar un contrato de confidencialidad.

La farmacéutica era ambiciosa, incluso algunos de los directivos habían probado el tratamiento… Ahora nos tocaba al departamento de comunicación, nosotros, evidentemente, estábamos a otro nivel y no hacía falta que fuésemos conejillos de indias, pero sí debíamos promover una necesidad, un deseo imperioso de adquirir el producto y, por supuesto, lograr suministrarlo… Comenzaba la campaña que presentábamos alrededor de las potencias más ricas de los cinco continentes… La campaña del «Elixir de la eterna juventud».

Cerré la maleta e hice un repaso mental para asegurarme de que no me dejaba nada… Traje de noche para la gala de presentación, trajes de chaqueta para las conferencias, ropa informal para el turismo, maquillaje, ordenador, papeles, más papeles… Parecía que estaba todo. Llamé a mi querida amiga Irina, que, por cierto, además era mi compañera de trabajo, y quedé en que la recogería bajo su casa en taxi ya que nos pillaba de camino al aeropuerto.

Irina subió al taxi emocionada y con su mirada entendí que tenía que contarme algo muy importante… ahí estábamos las dos, calladas en el taxi comunicándonos a través de mensajes de móvil para que no se enterase de la conversación el taxista…

– Sofía no lo vas a creer, a la presentación en los Emiratos va a venir uno de los hombres más importantes del mundo de la publicidad… Se va a encargar de la campaña en Londres y nos toca reunirnos con él para ver a qué puntos llegamos en común…

-Irina, todos los puntos de la campaña son igual para todas partes… Nosotras lo presentamos en Dubái, este hombre que, no tengo muy claro quién es, lo presenta en Londres… ¿Qué tiene esta situación fuera de lo normal?

– No, no… Si lo que me da miedo no es el contenido de la campaña… sino quién es él… ¿Has oído hablar de Nahuel?

– Ahora que lo dices sí… Tiene fama de… no sé de qué… pero es bueno, muy bueno presentando campañas y vendiéndolas… Será interesante…

– Sofía… Es uno de los hombres más atractivos que vas a ver en tu vida… Coincidimos con él en una conferencia en India y, ¡madre mía! ¿Es que no te acuerdas?… Era ese hombre sexy, hermético, serio, riguroso y que jamás se deja ver más de la cuenta…. Se ciñe estrictamente a lo profesional. Nada de acudir a las galas, ni de relacionarse con el resto de compañeros… Parecía un poco imbécil… Y eso me da miedo, que es prepotente, no nos va a dejar poner puntos en común y encima cederemos porque es increíblemente seductor… Y esos ojos… ¡Es que a mí me desconcentra, me pone nerviosa!

-Bah… tonterías… 

-Señoritas- dijo el taxista– Siento interrumpirlas, pero hace ya cinco minutos que llegamos al aeropuerto… 

– Sí, sí, perdone, díganos qué le debemos y nos marchamos… Discúlpenos… –dijo Irina.

Subimos al avión y, lo cierto es que nos quedaban bastantes horas de vuelo así que decidí dormir para estar lo más fresca posible al llegar a Dubái ya que no tendríamos mucho tiempo para descansar antes de que comenzase todo el acto de presentación.

Tras un placentero sueño y algo de comida insípida del avión, comenzamos a aterrizar. Por fin estábamos en Dubái…

Apenas pudimos asombrarnos con la grandiosidad, opulencia y derroche de la ciudad por excelencia de Los Emiratos.  Llegábamos demasiado justas de tiempo.

Dejé a Irina en su habitación y me metí en la ducha rápidamente para despejarme… Mientras me resbalaba el agua mi cabeza no dejaba de dar vueltas… El elixir de la eternidad, la juventud eterna… ¿Inconvenientes? Ninguno…. Detendrán el tiempo con la apariencia que tengan cuando empiecen a tomar el tratamiento… Lo estábamos buscando, lograr tener el control, ser dueños de nuestro cuerpo, de nuestra vida….

Repasaba mentalmente cada parte del eslogan… Era tedioso, aburrido, poco creíble…Pero así lo querían para la élite de Dubái… Unas señoras elegantes, esposas seductoras, bellas y atractivas que lograrían en pocos meses ser las más afortunadas del planeta… Tendrían entre sus manos la fórmula más ansiada por cualquier persona a lo largo de la historia…

Sin embargo yo no paraba de darle vueltas a que esta falacia tendría la vida muy corta…. El resto de farmacéuticas estaban alteradas, se habían puesto a trabajar contrarreloj para hundirnos… Y no pasaría mucho tiempo para que se diesen las circunstancias… Los inconvenientes de la fórmula eran tan evidentes para los expertos como para mí la poca credibilidad del discurso que tenía que dar en público…

Saqué de la maleta uno de los trajes de chaqueta, concretamente el beig. Quería ir elegante, sobria, pero inspirar confianza y serenidad… En el último curso de marketing que impartió la empresa nos enseñaron a transmitir emociones a través del vestuario y su colorido… No sabía si era una patraña o no, pero me gustó la idea de sentirme segura e inspirada. Recogí mi pelo en un sencillo moño, me maquillé lo más natural que pude y me coloqué dos perlas como pendientes. Tras subirme a mis estiletos negros y coger mi maletín a juego, ya estaba lista para pasar a la acción.

Irina ya estaba en el hall esperándome histérica, no paraba de dar vueltas de un lado para otro y de repasar las notas que llevaba en su carpeta…

-¡Sofía venga, que el acto ya ha empezado! Están todos en el salón reunidos y el director ya nos ha concertado la cita con Nahuel, será después de la presentación del producto… ¡Estoy atacada! 

Mientras hacía como que la escuchaba mis ojos se perdieron entre la multitud hasta que se encontraron con una penetrante mirada… Esos ojos negros inconfundibles…

Repasé sus pupilas, abrí el campo de visión y repasé cada poro de su piel hasta llegar a sus labios… Pude ver perfilada una sonrisa pícara y perversa… Era él, sin duda…

Cuando pude ver el rostro entero pude leer su pensamiento y transmitirle los míos con tan solo una mirada… La última vez que nos encontramos fue arrebatadora… indescriptible… Aún recuerdo a Irina en La India hablando de un tal Nahuel mientras yo había pasado toda la noche contemplando el Taj Mahal mientras su cuerpo y el mío se fundían apasionadamente a la luz de las velas… Se derritieron todas… El suelo fue testigo de una noche perversa, devastadora, deliciosa y secreta… Eso era lo más excitante de todo… El secreto.

Todo comenzó hacía unos años cuando coincidimos en un encuentro en París y, desde entonces, cada viaje se había convertido en una crónica de seducción prohibida, de gritos mudos y de suspiros ahogados… de placeres ocultos que tachaban un sitio más en nuestro peculiar mapa… El mapa del poder, la fortuna de sentir que el mundo estaba a nuestros pies… Hoy nos tocaba tachar Dubái…

Deseaba que acabase la maldita presentación… Nahuel lograba estremecerme con tan solo  imaginarle…  Pero hoy podría tenerle cerca, embriagarme con su perfume, hipnotizarme ante sus ojos y caer rendida ante su sensualidad.

De pronto algo interrumpió mi ensoñación y me trajo de vuelta a la vida real. Era mi jefe…

-¡Sofía! ¿Sofía?

-Sí… eh, sí perdone jefe. Dígame…

-Vaya dirigiéndose al despacho que la esperan para la reunión.

-De acuerdo,  voy…

 Saqué algunos papeles de mi maletín y les eché un vistazo rápido de camino al despacho.

Podía notar mi corazón en las  muñecas, en cada dedo de la mano, en el pecho latiendo desbocado… Giré el pomo de la puerta y allí estaba…. Un Nahuel impasible, profesional, serio y tan arrebatador como siempre. Sentada en una silla estaba Irina, atacada de los nervios, muerta de vergüenza… Era muy difícil no caer rendida ante Nahuel…

Una voz penetrante y grave rompió el incómodo silencio:

-Buenas noches señoritas, supongo que saben cómo tenemos que aunar ideas para que la campaña sea lo más homogénea posible en todos los lugares…

 Irina estaba totalmente petrificada… Así que no tuve más remedio que empezar a hablar…

– Sí, lo tenemos claro. No obstante habíamos pensado…

Empecé a desarrollarle la campaña y a continuación expuso la suya. Irina fue tranquilizándose y por fin se introdujo en la conversación. Después de luchar un rato contra las correcciones y puntualizaciones que nos hizo el exigente Nahuel, llegamos a un acuerdo y ya teníamos claro cómo vender aquél producto poco fiable y, sobre todo, inmoral.

Irina estaba deseando que saliésemos de aquél despacho para contarme lo mal que lo había pasado. Cuando dejamos a Nahuel a nuestras espadas y se cerró con un eco rotundo la puerta del despacho, Irina se puso a hablar como una loca…

– ¿Lo has visto? Madre mía pero qué hombre, qué capullo integral pero es que… A  éste hay que perdonárselo todo…. Yo estaba atacada… de los nervios… Ufff ni me concentraba…

-Tranquila, lo has hecho muy bien y al final no ha sido para tanto. Le ha gustado bastante nuestro enfoque y tampoco ha modificado tantos aspectos. Así que, tranquila, que ya está todo bajo control.

Irina me miró con cara de pensar: «¿Pero qué me estás contando?»… Intenté reprimir mis ganas de echarme a reír y le di las buenas noches.

Recorrí el final del pasillo hasta llegar a mi habitación. Ya olía desde fuera a esas velas de La India que impregnaban la habitación con olor a rosa, miel y canela.

Abrí la puerta lentamente y allí estaba él, esperándome con la habitación llena de velas y una botella de champagne…

-No me has pasado hoy ninguna en la reunión, ¿eh? ¿Estás enfadado conmigo?

-¿Enfadado? Puede… Llevamos dos viajes sin coincidir… Eso es mucha espera para mí… Yo deseo tenerte cada día entre mis brazos. Despertarme al lado de tu cuerpo desnudo y poder hacerte el amor cada vez que nos apetezca…. Sin reuniones, sin prisas, sin secretos…

– Nahuel, sabes de sobra que si se enteran de que tenemos un lío nos echan a la calle y se acabó todo, ¿entiendes?

-Tengo un plan…

-¿Un plan? sorpréndeme…

-Shhh, luego te lo cuento… Mira por la ventana… 

Me giré y pude ver en el horizonte y a nuestros pies, la opulencia y grandiosidad de Dubái. Edificios enormes, rascacielos, elegancia, lujo… Una vez más lo teníamos todo…

Nahuel se apoderó de mi espalda. Poco a poco empezó a deslizar mi americana hasta que cayó al suelo. Me bajó lentamente cada tirante de mi blusa y pude notar como resbalaba, serpenteando y produciéndome escalofríos, un poco de champagne que Nahuel había dejado caer desde mi nuca.

Su lengua comenzó una búsqueda incesante, deliciosa y tortuosa de ese champagne que había derramado en mi espalda.

Con su brazo izquierdo me sostenía ante aquél ventanal que mostraba que todo era posible. Con su mano derecha comenzó a deshacer mi moño lentamente.

Pasó su mano por todo mi cabello y sus labios se posaron en mi cuello. Me olía detenidamente el perfume… Y de pronto, ya no pude mirar aquél paisaje…  Nahuel lo había invadido todo…

De nuevo consumimos las velas. Cada encuentro con él era apasionado; ajeno al tiempo; suyo y mío, nuestro.

Cuando amaneció me vino a la cabeza la idea del plan que quería proponerme Nahuel. ¿De qué se trataría?

Sin pensarlo dos veces fui a despertarlo pero ya había abierto los ojos…

-Buenos días mi princesa… ¿Qué tal has descansado?

-Bien cariño, eh…. ¿Eso que me querías decir ayer?

-Quiero que dejemos este trabajo, me han ofrecido una oferta que no podemos rechazar…

-¿De qué estás hablando?

-Recuerdas la farmacéutica que nos hundió la primera vez que quisimos sacar el fármaco?

-Sí, pero….

– Espera, déjame acabar. Se pusieron en contacto conmigo. Si les decimos en dónde está el fallo de la fórmula nos iremos a su equipo y, además, protegerán nuestra identidad.  Nos iremos a París a vivir, desde allí trabajaremos para la nueva farmacéutica y aquí jamás sabrán que fuimos nosotros… Además, estamos hablando de una remuneración casi millonaria ¿Qué me dices?

-Bufff. No es mala idea y sabes de sobra que me muero de ganas de vivir contigo, pero… ¿Cómo lo haríamos?

-Londres es la clave. Allí algunos de los asistentes a la conferencia serán infiltrados de la otra farmacéutica. Tras la charla uno de ellos planteará tres preguntas y eso significará que es nuestro contacto. Después nos veremos en su habitación de hotel y firmaremos nuestro contrato a la vez que le damos algunos de los puntos débiles de la fórmula. El proceso debe ser lento para asegurarnos de que todo será como nos han prometido. Sofía, es la manera de poder empezar una vida juntos… Yo no puedo más con esto…

-Déjame pensarlo, me da miedo… ¿Y si nos pillan?

-Será imposible. Yo dejaré el trabajo antes, alegaré que estoy enfermo. Tú seguirás hasta que la compañía farmacéutica os derrumbe y se produzcan despidos. Mientras tanto yo estaré en París preparándolo todo para nosotros… ¿Te vas a negar?

-Nahuel…. No lo sé…  No lo quiero ni pensar… Es como asomarme ante un abismo…. Pero es cierto que si no lo hacemos, no volveremos a encontrar otro momento así.. Venga, nos arriesgamos.

 Nos pusimos manos a la obra cuando terminamos la estancia en Dubái. Como siempre, nos comunicábamos con móviles de tarjeta y desechables. Llevábamos un impecable plan con unas pautas que cumplíamos a rajatabla y, por el momento, iba todo bien.

Tras la conferencia de Londres, mientras yo seguía trabajando en la empresa como si nada estuviese pasando, Nahuel ya había comenzado a desvelar algunos de los fallos del elixir de la eterna juventud. Fallos que la farmacéutica que pretendía hundirnos no tardó en investigar y encontrar teorías que demostraban que el fármaco de la eterna juventud era una autentica bomba de relojería.

«La eterna juventud es sinónimo de muerte». Esa fue la «contra campaña» que hicieron para nuestro fármaco. Tenían una sólida tesis, pruebas y resultados que demostraban la gran falacia del elixir de la eterna juventud.

Me quedaban pocos días para que la empresa estuviese a punto de declararse en números rojos y me despidiesen. Nahuel lo tendría todo preparado en París para empezar nuestra vida juntos…

Estaba impaciente, nerviosa, había sido una auténtica traidora pero, lo cierto, es que ya no podía dejar mi vida en manos únicamente del trabajo. Necesitaba las de Nahuel, era el amor de mi vida, mi amante perfecto, mi compañero…

Tras unas semanas llegó el día. Por fin pude coger el primer vuelo a París. Me sentía poderosa, inquieta, feliz y desdichada. Tenía un cóctel de sentimientos que me estaban empezando a marear. ¿Y si todo había sido una trampa? ¿Y si Nahuel no me quería de verdad y únicamente quería que me despidiesen? ¿Y si nos pillaba la farmacéutica?

Estaba deseando coger el teléfono y llamar a Nahuel para despejar mis miedos y dudas, pero ya era tarde, hasta que no aterrizase el avión no podría hacer absolutamente nada.

Llegamos al aeropuerto. Bajé temblorosa y allí, entre la multitud de gente que esperaba a sus familiares bajar del vuelo, estaba él. Volví a cruzarme de nuevo con esa mirada penetrante que me dejaba absolutamente paralizada.

Nuevamente me invadía un torbellino de sentimientos… Ya estaba rendida ante él. No sé qué tenía pero lograba que el mundo se detuviese ante nosotros. A su lado todo era grandioso. Él era grandioso.

Vino corriendo, me agarró por la cintura y mientras me besaba me dio tres o cuatro vueltas. Sí, al más puro estilo de película. Era imposible no enamorarse cada vez más.

Casi sin darnos cuenta habíamos llegado a nuestro apartamento. El taxista nos «invitó» a marchar después de haber estado más de 10 minutos parados en la puerta. Habíamos perdido la noción del tiempo besándonos apasionadamente.

Nos bajamos del taxi y Nahuel cogió mi mano suavemente para invitarme a subir por las escaleras de un coqueto apartamento.

Volvía oler a las velas de La India…

Entramos y todo el apartamento estaba lleno de aquellas velas. Era de noche y la luz tenue y anaranjada daba un toque romántico inigualable. Seguimos caminando por el interior de la casa y me llevó hasta el pequeño balcón que tenía vistas a La Torre Eiffel… Nunca, ni siquiera la primera vez que nos conocimos, habíamos visto París con tanta magia. La iluminación de La Torre Eiffel aquella noche era espectacular. Pero lo realmente increíble era que él y yo estuviésemos, por fin, juntos.

Volvíamos a ser dueños del mundo, teníamos todo a nuestro alcance, todo para nosotros.

Y en aquél marco incomparable, con la brisa agradable del otoño acariciando nuestros cuerpos, comenzó a recrearse en mi espalda… Sus manos suaves se deslizaban por debajo de mi camisa. Repasaba mi columna, bajaba hasta las caderas pero cuando iban camino hacia mi vientre se detuvieron. Me agarró con fuerza unos segundos y, acto seguido se desvaneció. Le noté caer fuertemente sobre mí y de pronto un dolor inmenso se había concentrado en mi estómago.

Todavía intentando sostenerme en la barandilla del balcón y resistiendo aquél dolor insoportable para ver qué era lo que estaba pasando me di cuenta de que estaba todo el suelo lleno de sangre.

Nahuel estaba tendido en el pequeño balcón, inerte y poco a poco noté como iba desplomándome hasta caer a su lado… Todo se estaba tornando oscuro, las luces de La Torre Eiffel se iban fundiendo, las velas se consumían dejando un pequeño surco de humo a su alrededor. Todo se estaba apagando cuando escuché una voz… La voz de Irina…

– ¿Creíais que no lo sabíamos? «La eterna juventud es sinónimo de muerte».

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