Esta semana estoy romántica y buscando en mi baúl de los recuerdos periodísticos (como siempre) he encontrado este relato que presenté a un concurso hace muchos años… Creo que fue en segundo de carrera… No lo gané pero disfruté contando una historia que se basaba en la imagen que proponía el concurso de relatos… Espero que os guste….
Esa mañana me levanté como cualquier otra. Bajé a la cocina, hice café, compré el periódico y fui a la playa a dar un paseo. Llevaba un año viviendo en Isla Evans. Necesitaba huir del alboroto de la ciudad, del ritmo frenético de vida que llevaba en España y, sobre todo, empezar de cero y olvidar el pasado.
Trabajaba en la redacción de un periódico local que también se publicaba en versión digital. Tuve suerte de encontrar un puesto de trabajo como el que había conseguido. Formar parte del único periódico que tenía la isla era bastante complicado puesto que la plantilla una vez estaba cubierta, era difícil que surgiera una vacante. Todo esto me hacía sentir afortunada. Me dedicaba a lo que realmente me apasionaba, escribía y me sobraba tiempo al salir del trabajo para desconectar.
Todavía estaba sentada en la arena cuando abrí el periódico para revisar mis artículos y, de pronto, en la sección de cartas del lector no daba crédito a lo que estaba leyendo. Alguien había mandado un artículo que se titulaba “No me dejes perderte otra vez” y en el que ponía:
“Dime, por favor, que has hecho para olvidarme, dímelo porque yo no puedo. Lo he probado de mil maneras, he intentado rehacer mi vida, he querido olvidarte con todas mis fuerzas, he pensado que no estás hecha para mí, que no eres la mujer de mi vida…pero nada me ha funcionado. No puedo estar con alguien que no seas tú porque, simplemente, no eres tú. No puedo enamorarme de nadie porque mi corazón es tuyo y me duele en el alma ver pasar los días y observar cómo te has ido alejando de mi lado. Me supera despertarme y que no estés junto a mí, que sea de noche y no poder abrazarte. No te imaginas como me siento. Estoy destrozado porque no sabía que se podía amar de esta manera sin ser correspondido y ver que el tiempo pasa y el sentimiento no desaparece. Voy a volverme loco. Se me encoge el corazón tan solo de pensar que tus labios son de otro, que puedes estar enamorada, que cualquier día puedo verte con cualquiera menos conmigo. Me encantaría conocer la fórmula para volver atrás, para arreglar el pasado pero, desgraciadamente, no sé hacerlo. Cada segundo que pasa siento que el amor de mi vida está más lejos y ya no sé qué hacer. Me da igual haber perdido la cordura, el orgullo y la dignidad, pero no puedo permitirme también perder a la mujer que amo porque sé que jamás sentiré con nadie lo que he sentido contigo. No tienes ni idea de todas las veces que me he contenido…pero en esta ocasión mi corazón ha vencido a la razón. Así que ahora soy yo quien te lo dice, no te vayas nunca más de mi lado”.
Tuve que volver a leerlo al menos tres veces más para creer lo que estaban viendo mis ojos. Estaba temblando. No podía ser verdad. Esas palabras eran mías. Eso era exactamente lo que le escribí en la carta que le mandé antes de iniciar la huída hacia cualquier lugar donde pudiera olvidarle. Nunca le dije dónde iba. Cambié de teléfono. Desaparecí sin más y, sin embargo, fue capaz de encontrarme.
Sabía lo que iba a pasar, de hecho, ya había pasado antes. Siempre que volvíamos a estar juntos, al poco tiempo, él desaparecía y yo me quedaba totalmente hundida. Por eso decidí irme tan lejos como me fuese posible y empezar una vida nueva, salir de esa rutina autodestructiva que minaba mi corazón, quería estar exenta de recuerdos, de lugares que oliesen a él, de sitios que me hicieran revivir imágenes de lo felices que fuimos juntos y el dolor que me causó que decidiese apartarme de su vida.
Las lágrimas me brotaban sin cesar. Arrugué el periódico, lo metí en el bolso y volví a casa a coger la bicicleta para ir a la redacción. No veía el momento de llegar y preguntar a mis jefes si sabían quién había mandado esa carta, si él había llamado, si había preguntado por mí. Solo quería asegurarme de que lo que estaba sucediendo no era una broma macabra que pretendía terminar de destrozarme el corazón o, simplemente, que me había vuelto loca y veía cosas donde no las había. Sin embargo, cuando llegué a la oficina allí estaba él…
-No sabía que habías aprendido a montar en bici.
– Tú no sabes muchas cosas de mí. Solo te dedicaste a juzgarme por un par de errores que cometí y te olvidaste de todo lo demás.
-Lo sé. Me he dado cuenta. Los errores que cometiste no eran tan importantes como yo creía. Mentir piadosamente no es malo. Omitir detalles para no herir, tampoco. Y perder la confianza solo por eso, no es justo. Tenías razón.
-No puedes hacerme esto ahora. ¿Qué haces aquí, cómo me has encontrado?
-¿Es que no has leído el periódico?
-Sí, y todavía no doy crédito a que hayas publicado algo que te escribí desde lo más profundo de mi corazón.
-Lo siento, yo no podría haberlo escrito mejor.
-¿Cuánto va a durar esta vez? ¿Un mes, hasta que vuelvas a España?
-No voy a volver. Si he venido es para quedarme contigo. No digas nada. No pienses nada. Sólo dame un beso y dime que me perdonas, que no me vas a dejar perderte otra vez.
Intenté odiarle, gritarle y recriminarle por todo lo que me había hecho sufrir, pero de repente me di cuenta de que el amor era mucho más fuerte. Si yo había huido porque no lograba olvidarle y él había viajado hasta encontrarme era porque nuestro destino estaba escrito. Cogimos las bicicletas y mientras nos alejábamos de la redacción, lo supe.
Por mucho que te alejes de la persona a la que amas, si es el amor de tu vida, volverá a por ti, da igual donde estés. El amor verdadero siempre se negará a morir.
1 comentario
Ooohhhh q bonito 🙁
Me ha gustado mucho
Me encanta como escribes
🙂